Después del temblor, pensé
que no había sido grave, cuando me enteré de que un edificio de tantos, había
colapsado en la misma colonia en la que me encontraba, gracias a tantas
historias que he escuchado del 85, supe que podía ayudar, aún sin ser
ingeniera, ni médica, ni albañil (que como se rifaron, más que cualquier
profesionista que me haya tocado ver). Dispuse mi rumbo hacia donde el GPS me
marcaba, cuando llegué después de caminar cerca de 40 minutos todo era
confusión, quise incorporarme en alguna tarea, pero no sabía en qué, veía los
rostros de todos los demás y estaban igual de consternados, no entendíamos qué
se hace en una situación así, poco a poco me fui incorporando en labores más
cerca del derrumbe, pasé de llenar bolsas de agua a cargar botes, a formar una
nueva fila de botes para retirar escombro, conforme me acercaba al pie del
derrumbe tenía más claridad y más confusión. En ese momento dos personas
llevaban cargando un cuerpo, noté que les costaba trabajo, avanzaban dos o tres
pasos y descansaban el cuerpo en la banqueta, manchándola de rojo, la sangre
había traspasado el cobertor en el que reposaba, parecía una esponja que había
absorbido tanta sangre, pero no era sangre como la de las películas, era sangre
más roja, más negra, mas seca, más húmeda, más dolorosa.
Volvían a
levantarla unos pasos y lo repetían. También noté que todos esos que estábamos
deseosos de ayudar, no lo haríamos en cualquier labor, me salí de inmediato de
la fila donde estaba y les pregunté si ayudaba, me dijeron que sí, era una
mujer mal cubierta de su rostro, lo primero que pensé es que debió haber tenido
una deformidad: su cabeza era muy grande y su piel morada, traía una sudadera
verde agua, su cuerpo regordete no era proporcional a su estatura. Tuvo que
pasar más de un día para que entendiera que no era una deformidad, estaba así
por los golpes del derrumbe. Les pregunté hacia dónde la llevábamos, pero que
me hubiera incorporado después a cargarla, no significaba que ellos tuvieran
más información que yo, sólo me voltearon a ver pero no respondieron, caminamos
alejándola del derrumbe hasta encontrar un espacio vacío en el suelo junto a un
auto, la señora que cargaba me tomó del brazo y me dijo que ella la cuidaría.
Me fui y me reincorporé a la fila a cargar botes.
Había un caos impresionante,
parecía que nos estorbábamos unos a otros como tanto lo han repetido en las
noticias, sin embargo había una organización aún mayor a ese caos, éramos como
abejas laborando, quien no estuviera dentro no podía entender la organización
que se vivía. Llegó una chica joven, no más de 25 años, con una bata mal lavada
de laboratorio a gritar, todos la veíamos sin prestarle atención, nos gritaba
que lo hacíamos mal, que deshiciéramos las filas, que nos fuéramos, que
estorbábamos, supongo que la “tolerancia” (sí, ese sentimiento de “me aguanto
porque no hay de otra”) operó con límites mayores a los comunes. Nadie dijo
nada, sólo nos volteábamos a ver y nadie cambiaba en nada su tarea. Un chico en
la fila frente a mi sacó una cámara entre bote y bote, ella intentó correrlo y
fue cuando no pude más, le dije que se calmara que no podía estar corriendo a
nadie, ella se hizo espacio entre la gente y fue hacia mí a tomarme del brazo,
se lo quité y le dije que no me gustaba que me tocaran, no volvió a aparecer en
esa zona gritando, mis nervios me lo agradecieron.
Cuando llegué yo, no había
policías, sólo los de la zona, eran escasos, en algún momento que no me percaté
llegaron varios, de cuerpos más robustos y con equipo antimotines. Llegaron con
una actitud muy déspota, frente mí intentaron correr a unos chambers de la
construcción que iban llegando, le dije a uno de ellos “así son carnal,
culeros, tú no les hagas caso” me respondió que como no era su familia, por eso
no les importaba, eso debió haber sido unas cuatro o cinco horas después del
temblor.
El cerdo/tira/policía se
quedó cerca de mí, él sí que estorbaba, le dije que se quitara porque
estorbaba, muy agresivamente me dijo que no le hablara así, en ese momento
llegó un bote a mí, con toda la intención lo golpee y en eso una señoras le
empezaron a reclamar cosas, prefirió irse sin decir nada.
Después de eso llegó el
ejército, todos le aplaudían, en un primer momento me molesté, parecía que no
recordaban que esos putos desaparecen estudiantes, que son asesinos, ladrones y
corruptos. También entendí después que la gente quería recibir órdenes, no pienso
que por una cuestión de sumisión, más bien porque estábamos desesperados,
queriendo sacar a gente lo más pronto posible y uno podía imaginar que ellos
tendrían la preparación.
Mientras pasaban los botes
también pasaban objetos, de la vida, del diario, podías reconstruir a las
personas, un músico, una madre, un bebe… pasaban un refri, una estufa, una
mesa, una flauta… pero ya nada era y seguía siendo, para mí todo fue confusión.
También recuerdo el entusiasmo
con el que pedían camillas, y la tristeza con la que regresaban vacías, buscaba
respuesta en los rostros pero nunca encontré nada.
Como a las 7 de la noche
sentía que mis brazos no me respondían, me dio miedo tirar algún bote, recordé
que no había comido nada, voltee a mí alrededor y había rostros diferentes y
mucha gente, pensé que podía irme sin problema, me fui en metro, estaba vacío,
me senté y era como que nada pasara, no sentía nada, extrañeza sí pero era como
que se hubieran bloqueado mis sentimientos. Llegué a casa a bañarme y según a
intentar dormir (olvidé comer), no pude, me enteré que unos amigos irían a otro
edificio derrumbado, como no podía cerrar los ojos sin sentir que temblara,
preferí alcanzarlos.
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