sábado, 30 de septiembre de 2017

La ironía de un segundo 19S. Parte I

Después del temblor, pensé que no había sido grave, cuando me enteré de que un edificio de tantos, había colapsado en la misma colonia en la que me encontraba, gracias a tantas historias que he escuchado del 85, supe que podía ayudar, aún sin ser ingeniera, ni médica, ni albañil (que como se rifaron, más que cualquier profesionista que me haya tocado ver). Dispuse mi rumbo hacia donde el GPS me marcaba, cuando llegué después de caminar cerca de 40 minutos todo era confusión, quise incorporarme en alguna tarea, pero no sabía en qué, veía los rostros de todos los demás y estaban igual de consternados, no entendíamos qué se hace en una situación así, poco a poco me fui incorporando en labores más cerca del derrumbe, pasé de llenar bolsas de agua a cargar botes, a formar una nueva fila de botes para retirar escombro, conforme me acercaba al pie del derrumbe tenía más claridad y más confusión. En ese momento dos personas llevaban cargando un cuerpo, noté que les costaba trabajo, avanzaban dos o tres pasos y descansaban el cuerpo en la banqueta, manchándola de rojo, la sangre había traspasado el cobertor en el que reposaba, parecía una esponja que había absorbido tanta sangre, pero no era sangre como la de las películas, era sangre más roja, más negra, mas seca, más húmeda, más dolorosa.  
Volvían a levantarla unos pasos y lo repetían. También noté que todos esos que estábamos deseosos de ayudar, no lo haríamos en cualquier labor, me salí de inmediato de la fila donde estaba y les pregunté si ayudaba, me dijeron que sí, era una mujer mal cubierta de su rostro, lo primero que pensé es que debió haber tenido una deformidad: su cabeza era muy grande y su piel morada, traía una sudadera verde agua, su cuerpo regordete no era proporcional a su estatura. Tuvo que pasar más de un día para que entendiera que no era una deformidad, estaba así por los golpes del derrumbe. Les pregunté hacia dónde la llevábamos, pero que me hubiera incorporado después a cargarla, no significaba que ellos tuvieran más información que yo, sólo me voltearon a ver pero no respondieron, caminamos alejándola del derrumbe hasta encontrar un espacio vacío en el suelo junto a un auto, la señora que cargaba me tomó del brazo y me dijo que ella la cuidaría. Me fui y me reincorporé a la fila a cargar botes.
Había un caos impresionante, parecía que nos estorbábamos unos a otros como tanto lo han repetido en las noticias, sin embargo había una organización aún mayor a ese caos, éramos como abejas laborando, quien no estuviera dentro no podía entender la organización que se vivía. Llegó una chica joven, no más de 25 años, con una bata mal lavada de laboratorio a gritar, todos la veíamos sin prestarle atención, nos gritaba que lo hacíamos mal, que deshiciéramos las filas, que nos fuéramos, que estorbábamos, supongo que la “tolerancia” (sí, ese sentimiento de “me aguanto porque no hay de otra”) operó con límites mayores a los comunes. Nadie dijo nada, sólo nos volteábamos a ver y nadie cambiaba en nada su tarea. Un chico en la fila frente a mi sacó una cámara entre bote y bote, ella intentó correrlo y fue cuando no pude más, le dije que se calmara que no podía estar corriendo a nadie, ella se hizo espacio entre la gente y fue hacia mí a tomarme del brazo, se lo quité y le dije que no me gustaba que me tocaran, no volvió a aparecer en esa zona gritando, mis nervios me lo agradecieron.

Cuando llegué yo, no había policías, sólo los de la zona, eran escasos, en algún momento que no me percaté llegaron varios, de cuerpos más robustos y con equipo antimotines. Llegaron con una actitud muy déspota, frente mí intentaron correr a unos chambers de la construcción que iban llegando, le dije a uno de ellos “así son carnal, culeros, tú no les hagas caso” me respondió que como no era su familia, por eso no les importaba, eso debió haber sido unas cuatro o cinco horas después del temblor.

El cerdo/tira/policía se quedó cerca de mí, él sí que estorbaba, le dije que se quitara porque estorbaba, muy agresivamente me dijo que no le hablara así, en ese momento llegó un bote a mí, con toda la intención lo golpee y en eso una señoras le empezaron a reclamar cosas, prefirió irse sin decir nada.

Después de eso llegó el ejército, todos le aplaudían, en un primer momento me molesté, parecía que no recordaban que esos putos desaparecen estudiantes, que son asesinos, ladrones y corruptos. También entendí después que la gente quería recibir órdenes, no pienso que por una cuestión de sumisión, más bien porque estábamos desesperados, queriendo sacar a gente lo más pronto posible y uno podía imaginar que ellos tendrían la preparación.   

Mientras pasaban los botes también pasaban objetos, de la vida, del diario, podías reconstruir a las personas, un músico, una madre, un bebe… pasaban un refri, una estufa, una mesa, una flauta… pero ya nada era y seguía siendo, para mí todo fue confusión.  

También recuerdo el entusiasmo con el que pedían camillas, y la tristeza con la que regresaban vacías, buscaba respuesta en los rostros pero nunca encontré nada.


Como a las 7 de la noche sentía que mis brazos no me respondían, me dio miedo tirar algún bote, recordé que no había comido nada, voltee a mí alrededor y había rostros diferentes y mucha gente, pensé que podía irme sin problema, me fui en metro, estaba vacío, me senté y era como que nada pasara, no sentía nada, extrañeza sí pero era como que se hubieran bloqueado mis sentimientos. Llegué a casa a bañarme y según a intentar dormir (olvidé comer), no pude, me enteré que unos amigos irían a otro edificio derrumbado, como no podía cerrar los ojos sin sentir que temblara, preferí alcanzarlos. 

martes, 5 de agosto de 2014

Confusión, miedo y coraje

Yo estaba muy feliz, ligeramente preocupada por matemáticas, mi clase será junto a puros ingenieros, pero feliz al fin. 

El camino de regreso de la UACM al metro es muy tranquilo, entonces con barriga llena y corazón contento me dispuse a caminar. Aun estaba en la reja cuando vi a dos muchachos acercarse, ellos tenían algo que no me parecía común, seguí caminando, vi sus manos, estaban vacías, seguí caminando, uno, el que iba en frente se me quedó viendo, de reojo vi la calle vacía, creí que podía enfrentarlo con sólo miradas, pero él, no veía como la gente, no veía, me veía y no me veía. Caminó hacia mi y decidí correr y regresar, me alcanzó y me jaloneó, me pidió el celular le dije que no, me pegó en la cara y le dije que se calmara, que me diera chance, que yo estaba muy nerviosa, cuando pasé mi mochila hacia adelante para darle el celular, jaloneó mi mochila, yo me aferré a ella, pero no por lo que traía, sino por miedo, no sé explicarlo, como si sólo me congelara y me prensara de lo que tenía en las manos. Me tiraron y me arrastraron, me pegaron, ahora que me reviso, sólo traigo raspones, me duelen las piernas y mi ojo derecho, pero nada visible. Cuando estaba tirada y me pegaban, alcancé a ver a alguien atrás, él vio todo, se escondió atrás de un árbol, se iba a atravesar la calle. Yo empecé a gritar, en el suelo me sentía como un perro que no puede escapar y tampoco atacar, que se arrastra. Me equivoqué, sí tenía algo en sus manos, una "mona". Comencé a gritar, uno de ellos se espantó y se comenzó a alejar, jalaba a su cómplice pero no tenía respuesta, yo grité lo mas fuerte que pude, en el sentido contrario llegó una motoneta roja, se atravesaron y se subieron, seguían viéndome, no sabiendo si debían irse defraudados. Yo no supe qué hacer, me quedé parada, voltee y vi al señor que se escondía, quise ir y gritarle, decirle que no tenía calidad moral, que me daba asco, pero inmediatamente me tranquilicé y supe que él no tenía la culpa, que él está mas familiarizado que yo con estos hechos, que él vio por su supervivencia, no estuvo bien, pero juzgar no aporta ni cambia nada. No puedo llegar de pronto, pensando que sé lo que se debe hacer, no puedo porque nunca he estado expuesta a esa violencia sistémica tan tangible, tan cotidiana, es decir, sí lo he estado, pero no con estas particularidades. Mi casa, y todas las escuelas a las que he asistido, son en Coyoacán, y no en la parte de Santo Domingo, por poner un ejemplo. No sé qué habría hecho yo, pero jamás habría intentado esconderme. 

Me bajé de la banqueta a hacerle la parada a algún carro pero no había nada... entonces caminé hacia él y me preguntó si me habían quitado algo, le dije que no, me contó que en esa parte siempre asaltan, me recomendó que me fuera en camión, porque lo mas seguro es que regresaran, paró una combi y me subí, a la hora de pagar, jamás he visto una mano que tiemble tanto como la mía. Cuando llegué a donde debía bajar, no quería, sentía mucha desconfianza, pero tuve qué hacerlo. Sobre Tlahuac me acerqué a donde había mas gente, intenté mimetizarme, confundirme con todos, dejar de ser vista, quería ser invisible.  

Tomé un camión, ya arriba y sentada, me puse a llorar, no podía controlarme, mi pecho saltaba como el de un niño que llora inconsolablemente. A mi mente llegaron muchísimos pensamientos, que debía irme en camión de ahora en adelante, que debería cargar una navaja, que debía dejar mi celular en casa, que lo bueno era que no me había pasado nada (aún cuando me hubieran tirado y golpeado), me cuestionaba por qué me habían hecho eso, yo no les había hecho nada, y simplemente, no podría ir y querer que los castigaran, porque no es tan fácil separar al individuo de su sociedad, porque ellos son el resultado de algo, de un sistema violento y ellos sólo son parte de ese resultado. Suponiendo que hubiera respuesta a alguna denuncia y ellos fueran a parar a algún lugar, no cambiaría nada la situación, ni de ellos ni de la sociedad. Hasta llegué a pensar en lo absurdo de comprarle a todos los que se subieran a vender diciendo que prefieren hacer esto a robar.

No quiero irme en camión, no tendría por qué restringir mis espacios ni mis rutas, era una caminata que disfrutaba y que lo mas probable es que no pueda volver a hacerlo en un tiempo.  No quiero cargar una navaja, no estoy preparada para las implicaciones que tendría, ni para mi, ni para la otra persona, aparte de que siempre puede salirme al revés. No quiero limitar lo que cargo. 

Lo único que se me ocurre es seguir transitando por ahí, si yo cedo, y todos cedemos, nunca será un espacio público. 

Es un ataque a la dignidad, a la seguridad, a la estabilidad, no sólo a las pertenencias económicas. Por eso me afectó mas, por sentir que yo no puedo ser responsable de mi, por saberme tan vulnerable. 

Ahora soy parte de una población estudiantil que está condenada al rechazo, a la segregación, a la pauperización, a la violencia.

Siempre pensé que acompañar a una mujer a algún lugar o recogerla era un acto machista encubierto de bondad, ahora entiendo que es una especie de asociación para protegerse, esto en el sentido mas primitivo, claro que con el machismo y su sofisticación esto se acostumbra y se usa como herramienta de control. Es decir, hay contextos en los que esta conducta es necesaria. 

Total que, la confusión, el miedo y el coraje, invaden mi cuerpo. 

miércoles, 30 de julio de 2014

Escarmentando en cabeza agena

Terminé con mi novio que ni a novio llegaba, ni terminé yo.

No sé por qué me pegó tanto, me sentí tan mal, como si hubiera fracasado, cuando el fracaso no existe, cuando no hay pérdida sino aprendizaje, y bueno, sí sé que puede doler, pero sólo eso, la cuestión es que mi sentir fue mas que eso.

Así que un día desperté, a las 5 de la mañana, después de haber vivido los tres días mas largos de mi vida, con ataques de ansiedad y pensé que no lo lograría en el DF. Preparé una pequeña mochila, con ropa para 4 días, una navaja, traje de baño y me fui a la terminal de Observatorio, no sabía a dónde ir, ni qué hacer, sólo sabía que la ciudad me consumiría, que terminaría hablándole y llorando y él me rechazaría de la forma mas tranquila y cruel que pudiera (cruel porque me habla de forma muy comprensiva, como si quisiera darme consejos, como si le importaran mis sentimientos, que tal vez le importan pero no como esperaba).

Tomé un camión hacia Michoacán, a una zona que no conocía ni por casualidad, en la sala de espera, conocí a tres mujeres, todas impresionadas de que viajara sola y sin rumbo, sentí la solidaridad de clase, de sexo. Me ofrecieron compartir sus destinos, todas viajaban por separado, con diferentes historias pero con la misma solidaridad, ese fue el primer indicio de que hacía lo correcto. Siempre me había dado miedo viajar sola, aunque fuera a encontrar a alguien del otro lado, esta vez no, no había nada peor que quedarme. Llegué a considerar sus ofertas, pero terminé declinándolas aunque intercambiamos teléfonos por cualquier cosa.

domingo, 13 de julio de 2014

Sobre la pobreza espiritual… mi pobreza.

Toda mi vida he estado expuesta a limitantes económicas y al mismo tiempo he convivido con personas que si bien, no viven en la opulencia, sí tienen solvencia económica. 

Desde que era niña, siempre tuve buenas calificaciones, me creía merecedora del poco dinero que me daban, un poco para pasajes y copias y no sé de qué forma lo hacía que rindiera para algo mas, muchas veces sentía enojo de que no me dieran mas, pues iba muy bien en la escuela. Me comparaba con gente que iba reprobando y a cambio de sólo pasar, les ofrecían muchas cosas materiales, en fin, así pasé primaria, secundaria y prepa. No sé qué pasó en la universidad, mis limitantes eran más bien internas antes que económicas, ya tenía interiorizado el limitarme: el usar ropa super acabada antes de comprar nueva, el leer en la biblioteca antes que sacar copias, beber en casas de amigos antes que salir a bares, y eso en el mejor de los casos, porque limité mucho mi consumo de alcohol para no gastar. Y ahora trabajo, no soy millonaria pero tengo dinero, nunca había estado acostumbrada a tenerlo. En prepa, tenía que comprarme cosas como jabón para ropa o pequeñas cosas para comer/desayunar en casa, porque en la calle era muy caro, debía comprarme mi shampoo (el más barato, con regla de tres, sacaba costos por ml.), toallas sanitarias. Pero ahora, con mas solvencia, voy al super, compro no sólo shampoo mas caro, también acondicionador y crema para peinar; no sólo me compro cepillo de dientes, también compro enjuague bucal; no sólo compro jabón para ropa, también compro productos para desmancharla; mi nivel de consumismo ha aumentado considerablemente, compro muchas más cosas que antes, no es que las considere necesarias, había vivido sin ellas, sin embargo son agradables. Pero no sólo he comenzado a comprar más cosas de ese tipo, el día de hoy, hice algo que nunca había hecho, comprar algo considerable sin haber estudiado antes la posibilidad, vi unos tenis, parecían estar a buen precio, no creía necesitarlos, nunca me había pasado por la cabeza que mis tenis viejos tuvieran algo malo (aunque ya estuvieran rotos por todas partes), y aún así los compré. 

En el momento de dar el dinero sentí algo positivo, como si disfrutara la posibilidad de poder hacer esa compra, sin embargo, conforme pasa el tiempo me siento culpable, aunque en mi consciente sé que no hay culpas. Es como si ese dinero tuviera que guardarlo, pero no sé para qué, el dinero va y viene, y mucho de lo que he gastado, lo he disfrutado junto a gente a la que aprecio, he ido mucho al cine, al teatro, hasta al ballete. Pero me siento culpable, sabiendo que hay tanta gente como yo hace unos meses, sin dinero y con ganas y capacidad de realizar otras actividades y disfrutarlas. 

El único momento en el que no siento culpas al gastar, es cuando salgo de viaje. 

Como sea, siento que mi espíritu se empobrece con cada compra.

domingo, 29 de junio de 2014

Aunque no sea conmigo


Sé muy bien que como yo estaras sufriendo a diario la soledad de dos amantes que al dejarse esta luchando cada quien por no encontrarse




Así es... mi huerto no está, pero algunas cosas aprenderé que quiera compartir...

Malvaceae es un género de plantas, abarca plantas bien diferentes entre sí, entre las cuales están:

La malva, esa que siempre está en los jardines de las mamás y las abuelitas porque siempre tienen unas tímidas flores:





También una flor que se llama cayena, que es de la misma familia:

Hay de muchos colores y se encuentra muy fácil en el DF. Su nombre científico es Hibiscus rosa-sinensis.






La planta de algodón también pertenece a esta familia. Sólo que no tengo fotos.Su nombre científico es Gossypium.

La Hibiscus sabdariffa, también conocida como jamaica, de la que tampoco tengo foto, pero que seguro muchos conocen, es de esta misma familia.

Y nada mas y nada menos que el Theobroma cacao, que es el cacao!

En la foto se muestra la fruta, las semillas son con lo que se hace el chocolate! La pulpa es muy sabrosa!






Todas las fotos son mias :)



viernes, 27 de junio de 2014

Albert Camus El extranjero

Camus nació en 1913, en Argelia (que fue colonia francesa desde 1830 hasta 1962). 
Argelia es un país del norte de África, con una alta población árabe. 
La novela vio la luz en 1942. 

Este es mi análisis, esperando sea leído por quienes ya conozcan el libro para no echarles a perder el final. Sobre advertencia, no hay engaño. 

Es un libro de esos con los que uno se apasiona. Comienza siendo una historia muy normal, un individuo cualquiera con una vida cualquiera. Desde que comienza se va dejando ver el protagonista como alguien un tanto apático, alguien que vive porque el tiempo pasa y es llevado por un cauce. Que va siendo guiado por lo que lo rodea y que no tiene iniciativa para nada. Es así como de pronto se encuentra comprometido, así de pronto se ve con amigos, y así también, de casualidad, es un asesino. 

De los hechos mas trascendentes en el libro, es la muerte de su madre. Una anciana que vive en un asilo, ya readaptada a ese lugar como sus demás compañeros. Cuando ella muere, él es llamado (Meursault). Mientras está en el funeral se muestra tranquilo, sin curiosidad, sin dudas. Es de por sí alguien serio, no derrama lágrimas, no pide ver a su madre, no guarda la compostura "deseada"/esperada: fuma, come...

Pocos días después, paseando con unos amigos por la playa, se encuentran con unos árabes, con quien ya antes habían tenido problemas, riñen y Raymond es herido con una navaja, es atendido y cuando vuelven a salir Raymond saca un arma, Meursault logra convencerlo de que se la dé y la guarda. Mas tarde, cuando Meurasault pasea solo, se encuentra con uno de los árabes, no presta mucha importancia pero cuida los movimientos del árabe pues ve que aprieta algo en su bolsillo, cuando siente que va a ser atacado, dispara el arma, con el primer disparo tira al árabe pero sigue disparando, da cuatro tiros mas. 

Cuando está siendo juzgado, la mayor parte de la acusación gira en torno a lo que hizo y no hizo durante el velorio de su madre, en lo que hizo después del velorio (tener una cita con la chica con la que se comprometería). Él homicidio es algo secundario, a nadie le importa, sólo les importa su conducta moralmente incorrecta. Nadie quiere oír qué pasó con el árabe, de dónde salió ni los motivos por los cuales disparó. Alguien capaz de no llorar en el entierro de su madre, no cabe duda, es culpable de todo lo que hizo y de lo que no hizo. 

Es admirable de qué forma retrata el absurdo de su sociedad, de ésta nuestra sociedad, de cómo siempre estamos siendo juzgados por una sociedad moralina (sí, una sociedad unificada, como una masa, como una bola de la que no puedes distinguir partes, pues todas están siendo arrastradas/llevadas a lo mismo), una sociedad que deja caer "sus pesados parpados como juicios" y prefiere voltear la mirada antes que comprender que no todos somos iguales, antes que proponer. La solución nunca ha sido, ni será juzgar. 

Hubiera sido o no culpable, ya había sido juzgado por lo que sucedió con su madre. Y no sólo esto. sino que, es juzgado a pena de muerte. 

Él, siendo alguien no creyente, todo el tiempo que pensaba en que algún religioso lo visitara, sentía aversión. Hasta que el momento llegó y fue visitado por un capellán, la cúspide de la autoridad moral. Es ahí donde por fin dejó ver sus sentimientos, cuando el capellán intentó corregirlo, decirle que sabía lo que pensaba, lo que sentía, que pronto recapacitaría pues la gente siempre lo hace. Todas esas certezas basadas en la nada lo hicieron rabiar hasta que sacó toda su ira y sus frustraciones. 

La frustración de saber que todos eran culpables de algo, pero que no todos estaban siendo juzgados. Y aún cuando estuviesen siendo juzgados, nadie tenía derecho a hacerlo, a pensar que podía saber qué es lo correcto, qué es lo que otra persona había vivido. 

Y Camus termina el libro de una forma maravillosa. Meursault, ya sabiéndose muerto dice: "Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio". 

En eso se convirtió la justicia,en espectáculo y espectadores. Pues si van a presenciar un asesinato, que les sea de provecho, que logren retroalimentar su vanidad y su egoísmo. 

La vida sigue

Sé que no tengo muchos seguidores... pero por si hubiera algunos pocos, a ellos quisiera decirles que: mi huerto era una parte sustancial de mi, ya no lo tengo. Vivía con alguien y nuestra relación terminó de una muy mala forma, mi huerto se quedó, y yo, bueno... me quedé sin huerto. Donde actualmente vivo no hay espacio para tener ni una maceta... pero tengo la esperanza de volver a tener un pequeño terruño al cual invertirle mi tiempo, mi ingenio y mi amor... 

Pero por ahora, comenzaré a escribir de otras cosas.