martes, 5 de agosto de 2014

Confusión, miedo y coraje

Yo estaba muy feliz, ligeramente preocupada por matemáticas, mi clase será junto a puros ingenieros, pero feliz al fin. 

El camino de regreso de la UACM al metro es muy tranquilo, entonces con barriga llena y corazón contento me dispuse a caminar. Aun estaba en la reja cuando vi a dos muchachos acercarse, ellos tenían algo que no me parecía común, seguí caminando, vi sus manos, estaban vacías, seguí caminando, uno, el que iba en frente se me quedó viendo, de reojo vi la calle vacía, creí que podía enfrentarlo con sólo miradas, pero él, no veía como la gente, no veía, me veía y no me veía. Caminó hacia mi y decidí correr y regresar, me alcanzó y me jaloneó, me pidió el celular le dije que no, me pegó en la cara y le dije que se calmara, que me diera chance, que yo estaba muy nerviosa, cuando pasé mi mochila hacia adelante para darle el celular, jaloneó mi mochila, yo me aferré a ella, pero no por lo que traía, sino por miedo, no sé explicarlo, como si sólo me congelara y me prensara de lo que tenía en las manos. Me tiraron y me arrastraron, me pegaron, ahora que me reviso, sólo traigo raspones, me duelen las piernas y mi ojo derecho, pero nada visible. Cuando estaba tirada y me pegaban, alcancé a ver a alguien atrás, él vio todo, se escondió atrás de un árbol, se iba a atravesar la calle. Yo empecé a gritar, en el suelo me sentía como un perro que no puede escapar y tampoco atacar, que se arrastra. Me equivoqué, sí tenía algo en sus manos, una "mona". Comencé a gritar, uno de ellos se espantó y se comenzó a alejar, jalaba a su cómplice pero no tenía respuesta, yo grité lo mas fuerte que pude, en el sentido contrario llegó una motoneta roja, se atravesaron y se subieron, seguían viéndome, no sabiendo si debían irse defraudados. Yo no supe qué hacer, me quedé parada, voltee y vi al señor que se escondía, quise ir y gritarle, decirle que no tenía calidad moral, que me daba asco, pero inmediatamente me tranquilicé y supe que él no tenía la culpa, que él está mas familiarizado que yo con estos hechos, que él vio por su supervivencia, no estuvo bien, pero juzgar no aporta ni cambia nada. No puedo llegar de pronto, pensando que sé lo que se debe hacer, no puedo porque nunca he estado expuesta a esa violencia sistémica tan tangible, tan cotidiana, es decir, sí lo he estado, pero no con estas particularidades. Mi casa, y todas las escuelas a las que he asistido, son en Coyoacán, y no en la parte de Santo Domingo, por poner un ejemplo. No sé qué habría hecho yo, pero jamás habría intentado esconderme. 

Me bajé de la banqueta a hacerle la parada a algún carro pero no había nada... entonces caminé hacia él y me preguntó si me habían quitado algo, le dije que no, me contó que en esa parte siempre asaltan, me recomendó que me fuera en camión, porque lo mas seguro es que regresaran, paró una combi y me subí, a la hora de pagar, jamás he visto una mano que tiemble tanto como la mía. Cuando llegué a donde debía bajar, no quería, sentía mucha desconfianza, pero tuve qué hacerlo. Sobre Tlahuac me acerqué a donde había mas gente, intenté mimetizarme, confundirme con todos, dejar de ser vista, quería ser invisible.  

Tomé un camión, ya arriba y sentada, me puse a llorar, no podía controlarme, mi pecho saltaba como el de un niño que llora inconsolablemente. A mi mente llegaron muchísimos pensamientos, que debía irme en camión de ahora en adelante, que debería cargar una navaja, que debía dejar mi celular en casa, que lo bueno era que no me había pasado nada (aún cuando me hubieran tirado y golpeado), me cuestionaba por qué me habían hecho eso, yo no les había hecho nada, y simplemente, no podría ir y querer que los castigaran, porque no es tan fácil separar al individuo de su sociedad, porque ellos son el resultado de algo, de un sistema violento y ellos sólo son parte de ese resultado. Suponiendo que hubiera respuesta a alguna denuncia y ellos fueran a parar a algún lugar, no cambiaría nada la situación, ni de ellos ni de la sociedad. Hasta llegué a pensar en lo absurdo de comprarle a todos los que se subieran a vender diciendo que prefieren hacer esto a robar.

No quiero irme en camión, no tendría por qué restringir mis espacios ni mis rutas, era una caminata que disfrutaba y que lo mas probable es que no pueda volver a hacerlo en un tiempo.  No quiero cargar una navaja, no estoy preparada para las implicaciones que tendría, ni para mi, ni para la otra persona, aparte de que siempre puede salirme al revés. No quiero limitar lo que cargo. 

Lo único que se me ocurre es seguir transitando por ahí, si yo cedo, y todos cedemos, nunca será un espacio público. 

Es un ataque a la dignidad, a la seguridad, a la estabilidad, no sólo a las pertenencias económicas. Por eso me afectó mas, por sentir que yo no puedo ser responsable de mi, por saberme tan vulnerable. 

Ahora soy parte de una población estudiantil que está condenada al rechazo, a la segregación, a la pauperización, a la violencia.

Siempre pensé que acompañar a una mujer a algún lugar o recogerla era un acto machista encubierto de bondad, ahora entiendo que es una especie de asociación para protegerse, esto en el sentido mas primitivo, claro que con el machismo y su sofisticación esto se acostumbra y se usa como herramienta de control. Es decir, hay contextos en los que esta conducta es necesaria. 

Total que, la confusión, el miedo y el coraje, invaden mi cuerpo.