domingo, 13 de julio de 2014

Sobre la pobreza espiritual… mi pobreza.

Toda mi vida he estado expuesta a limitantes económicas y al mismo tiempo he convivido con personas que si bien, no viven en la opulencia, sí tienen solvencia económica. 

Desde que era niña, siempre tuve buenas calificaciones, me creía merecedora del poco dinero que me daban, un poco para pasajes y copias y no sé de qué forma lo hacía que rindiera para algo mas, muchas veces sentía enojo de que no me dieran mas, pues iba muy bien en la escuela. Me comparaba con gente que iba reprobando y a cambio de sólo pasar, les ofrecían muchas cosas materiales, en fin, así pasé primaria, secundaria y prepa. No sé qué pasó en la universidad, mis limitantes eran más bien internas antes que económicas, ya tenía interiorizado el limitarme: el usar ropa super acabada antes de comprar nueva, el leer en la biblioteca antes que sacar copias, beber en casas de amigos antes que salir a bares, y eso en el mejor de los casos, porque limité mucho mi consumo de alcohol para no gastar. Y ahora trabajo, no soy millonaria pero tengo dinero, nunca había estado acostumbrada a tenerlo. En prepa, tenía que comprarme cosas como jabón para ropa o pequeñas cosas para comer/desayunar en casa, porque en la calle era muy caro, debía comprarme mi shampoo (el más barato, con regla de tres, sacaba costos por ml.), toallas sanitarias. Pero ahora, con mas solvencia, voy al super, compro no sólo shampoo mas caro, también acondicionador y crema para peinar; no sólo me compro cepillo de dientes, también compro enjuague bucal; no sólo compro jabón para ropa, también compro productos para desmancharla; mi nivel de consumismo ha aumentado considerablemente, compro muchas más cosas que antes, no es que las considere necesarias, había vivido sin ellas, sin embargo son agradables. Pero no sólo he comenzado a comprar más cosas de ese tipo, el día de hoy, hice algo que nunca había hecho, comprar algo considerable sin haber estudiado antes la posibilidad, vi unos tenis, parecían estar a buen precio, no creía necesitarlos, nunca me había pasado por la cabeza que mis tenis viejos tuvieran algo malo (aunque ya estuvieran rotos por todas partes), y aún así los compré. 

En el momento de dar el dinero sentí algo positivo, como si disfrutara la posibilidad de poder hacer esa compra, sin embargo, conforme pasa el tiempo me siento culpable, aunque en mi consciente sé que no hay culpas. Es como si ese dinero tuviera que guardarlo, pero no sé para qué, el dinero va y viene, y mucho de lo que he gastado, lo he disfrutado junto a gente a la que aprecio, he ido mucho al cine, al teatro, hasta al ballete. Pero me siento culpable, sabiendo que hay tanta gente como yo hace unos meses, sin dinero y con ganas y capacidad de realizar otras actividades y disfrutarlas. 

El único momento en el que no siento culpas al gastar, es cuando salgo de viaje. 

Como sea, siento que mi espíritu se empobrece con cada compra.

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